¿Tres hijos?

Mi mamá nunca se dio cuenta que aquí existía un mundo que la estaba esperando.

Cuando la conocí,
venía cantando con su poder de lograr que el mundo se convirtiera en collar de perlas y tacones altos.
Me miró tan feliz, tan mes de enero y sábado por la noche,
y yo sentí tanto miedo de su vestido morado, de su exagerada manera de caminar. Y se reía fuerte. Me miraba y se reía fuerte mientras movía los brazos y me decía qué guapo sos Federico, que clase de mamá tenés que te deja aquí solo, estoy segura que ella debe quererte tanto, de verdad no podés imaginarte cuánto.

(Y se iba siempre).
En una escena con perfecta fotografía y sonidos lejanos.
Yo la admiraba.
La quería por esa voz ronca y su anillo de óvalo anaranjado. Por su trabajo que era su vida. Que era ella y el verde fosforescente, el micrófono que no servía, los efectos de sonido, los escenarios donde a veces ella era la imagen, donde no había ojos que entendieran lo que hacía y ayudame porque vos sos la única que sabe que es lo que está pasando.
Y no dormía nunca porque el tiempo. Porque mi mamá era terca y sólo escuchaba de vez en cuando. Porque bailaba sola de cuarto en cuarto, tenía una colección de recuerdos que le gustaba modificar para conservarlos. Para creer que la casa era un poco los espejos y gritarle a ella que aquí era, que no se preocupara porque aquí estaba. Un poco las botas negras y las máquinas. Mi mamá que era ella y lo amarillo de un auto. La sorpresa de las tardes. Las carcajadas. Mi mamá nos quería. Qué guapo sos Federico. Collar de perlas y tacones altos.
Y llegué a pensar que le gustaba tanto ese pórtico, la casa que él mismo le había comprado: puertas de madera, dos pisos, balcón angosto y estudio para grabar audio. Y encima Volkswagen, Jimena y Clara, veinte de enero, zapatos rosados. Diez años y ella que se iba guiñándole un ojo, la otra semana, te doy mi palabra que la otra semana descanso.
(Nunca le quedó de otra. Había que quedarse siempre).
Esperando
A que se sentara en la cama con el lapicero de plumas, los garabatos porque talvez aparecía algo. Decile a tu papá que venga Fede, yo trato de escribir y no sé a quién engaño. Después lloraba y los berrinches, él que insistía, calmate chiquita, tenés que entender que hace mucho que dejaste de tener diecisiete años.
Tenés que entender pero ella lo entendía mejor que nadie, estaba ahí por algo y lo disfrutaba tanto.
Estaba (ahí) pero el avión era más importante que los cumpleaños. Pero ella era la historia y a nosotros nos tocaba aplaudirle y después continuar intentando sacarla de su adolescencia tardía, de su sueño equivocado. Y yo nunca, sabés, nunca pude entenderlo a él que me decía
“Dejala que se pinte las uñas, no ves que no entiende que aquí la estamos esperando”.
No ves que la cena y el paseo los domingos. Tu mamá que no cocina, que no sabe matar cucarachas ni caerse en los charcos. No ves que tus hermanas no van a volver hoy temprano, uno, dos, tres, probando. Jimena y Clara, las semanas sin descanso. Tus hermanas no lo saben, poneme la luz azul, no me gusta, no, vos quedate ahí y aprendete bien el diálogo.
Mi mamá y su vestido morado, sus intentos de parecer el cariño y nosotros al fondo de su cuarto, de su sueño de balcón angosto y espejo quebrado.
Mi mamá que se despertó un día y creyó que esto era la casa, mis hermanas y los cumpleaños, decile a tu papá que venga, la verdad es que no sé si me gustan estos zapatos rosados.
Y él que le había regalado la casa.
Pero el avión era más importante, la otra semana descanso. Uno, dos, tres, probando.
A nosotros nos tocaba aplaudirle y dejarla que se pintara las uñas, de todas formas cuando la conocí.
Mi mamá nos quería. Mi mamá se iba siempre pero

(¿Tres hijos? Pero qué te pasa mocosa, si vos apenas tenés).
que entender que hace mucho que dejaste de tener diecisiete años.

3 comentarios:

Diego dijo...

cata brillante! lo mejor q has hecho

Ana I. dijo...

"Me miró tan feliz, tan mes de enero y sábado por la noche"

Quedé fascinada por las imágenes, y ella. Qué bárbara.

Ching dijo...

Diste en el clavo!!!!! Bravo!!!

me encanta la intimidad y la simpleza con que lo narras y la manera en que te metés y encarnizas (xq no hay otra manera de decirlo) en el personaje de tu hija.

muy detallista! Genial!